El Granada C.F. y las urgencias
El Granada C.F. demostró una vez más en Los Cármenes que los buenos gestos y palabras de su entrenador no son suficientes para ganar partidos en la máxima categoría.
Parece irónico y hasta absurdo que un equipo con tan buenas formas fuera de casa se atasque de manera incomprensible en su estadio. Es evidente que los rivales van a dar muchos más espacios y facilidades en defensa cuando juegan en casa, y en Los Cármenes la mayoría de los equipos van a esperar atrás. Es ahí donde se ahoga la idea futbolística de Sandoval.
El partido frente al Deportivo fue un calco al que se sufrió frente a la Real Sociedad. Un equipo con un mínimo de solvencia defensiva y que salga al contragolpe desactiva al Granada C.F. sin apenas esfuerzo. Tanto Doria como Lombán se vieron una y otra vez en la tesitura de sacar el balón jugado sin el apoyo de sus centrocampistas, muy presionados por los hombres de Víctor, que tejió una «maraña» en el centro del campo donde morían una y otra vez los intentos de avanzar del Granada C.F.
MÁS DE LO MISMO
En una jugada que se repite tristemente en Los Cármenes domingo tras domingo, una pérdida de balón originó la rápida triangulación del Depor que acabó en el gol de Fajr, jugador que, ironías del destino, pretendió el Granada C.F. este verano.

A partir de ese momento la ansiedad que agobia al equipo en casa se volvió insoportable, y de nuevo aparecieron los «profesionales del silbido» y el juego de entrenadores en la grada, que pedía cambios urgentes.
EL EFECTO PITI
Sandoval metió en el campo a Piti y a Success con la esperanza de cambiar las cosas. Es un caso curioso el del nigeriano, que apareció con una fuerza propia de las estrellas incipientes que quieren comerse el mundo pero que se está diluyendo con el paso de los partidos. Su actuación ayer explica claramente porqué ya no es titular indiscutible.
Sin embargo, la sorpresa de la tarde fue Piti. Su desidia y su evidente estado fuera de forma le habían apartado del equipo, y ya ni siquiera entraba en las convocatorias. La mala suerte con las lesiones tampoco le facilita las cosas, pero ayer tiró de los recursos y la calidad que atesora.

Cuando está en el campo se sabe el jefe, se ve líder, y con aciertos o errores asume ese rol con valentía. Dejó su sello en el larguero en lo que pudo ser el gol de la jornada. Más tarde puso el gol del empate, celebrándolo con un gesto extraño, simulando que estaba esposado.
Quizá sea la metáfora perfecta para resumir el estado actual del Granada C.F., que necesita liberarse de los grilletes de ansiedad que le tienen maniatado, y empiece a cambiar las buenas palabras por fútbol.
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